Luang Prabang, ciudad apacible llena de templos de arquitectura budista y colonialismo francés, es famosa por ser el principal centro religioso, espiritual y turístico de Laos. Situada al norte del país, rodeada de montañas verdes y los ríos Mekong y Nam Khane, fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995. Allí pasamos los últimos días de nuestro viaje a Vietnam y Laos.
La impresión que causa cualquier lugar al que se llega depende de muchas circunstancias, y la más determinante suele ser de donde vengas. Nuestra llegada a Luang Prabang, a pesar de la lluvia, fue como un bálsamo. Llegar desde Hanoi donde es imposible estar más de 2 segundos seguidos sin oír un claxón de moto (hicimos la prueba) y donde cuesta caminar por las calles sin que haya que esquivar las motos y sin que te aborden continuamente los conductores de bici-rickshaw, hizo que valorásemos aún más la vida tranquila que caracteriza a Luang Prabang.
Nota: Para ver como llegamos a Luang Prabang desde Vietnam, puedes consultar la entrada cómo ir de Hanoi a Luang Prabang
La primera tarde en la ciudad, llovía muchísimo y no sabíamos bien que hacer. Cuando la lluvia parecía habernos dado una tregua (llevábamos casi 3 días sin ver parar de llover), subimos los 300 escalones que llevan al Monte Phousi para ver las vistas de la ciudad desde lo alto del monte.
A la bajada ya estaban colocados casi todos los puestos del mercado nocturno que se hace todos los días frente al Museo del Palacio Real. En él se vende ropa y artesanía, toda muy bonita, y diseñada para el turismo. Fue una delicia pasear por él escuchando tan solo un “sabaidee” y dejándonos mirar tranquilamente.
Después de nuestro paseo por el mercado buscamos un sitio donde probar la cerveza local (laobeer). Encontramos una terracita de un restaurante llevado por una pareja francesa encantadora llamado Tangor y al que acabamos yendo todas las noches a tomar las cervecitas y alguna que otra vez a cenar. El sitio es agradable, con decoración de ligero tipo colonial y música tranquila. Nos encantaron los rollitos y el camembert; buenísimos. No es especialmente barato pero merece la pena.
Al día siguiente alquilamos una moto para ir a las Cataratas Kuang Si. Si antes decía que agradecía el cambio de Vietnam a Laos, si echamos de menos las facilidades que tuvimos en alquilar una moto. En Laos es más caro (pasamos de los 4 $ de Vietnam a los 16$) y se ponen más serios; retienen el pasaporte y hacen firmar un contrato que te hace responsable de cualquier cosa que le pase a la moto sin ofrecer posibilidad de seguro. También es cierto que el mapa que nos dieron era más entendible que los de Vietnam pero no nos evitó parar alguna que otra vez a preguntar si estábamos en el camino correcto. Las carreteras están en buenas condiciones, sin agujeros. Las cataratas se encuentran a unos 30 kmde Luang Prabang y ya solo llegar hasta allí es precioso. Salimos temprano para no encontrarnos el mogollón de gente y lo cierto es que sin madrugar demasiado, nos dio tiempo a hacer un trekking alrededor de las cascadas y subir hasta donde comienza la gran catarata con muy poquita gente.
La mañana del día siguiente nos levantamos al canto del gallo que teníamos frente a nuestra habitación para acudir a la entrega de comida que recogen los monjes cada mañana (5:30) después de la primera oración del día (4:00). Entre lo que había leído en internet diciendo que la ceremonia se había convertido en un espectáculo turístico y las advertencias del personal del hotel que no comprásemos comida a los vendedores ambulantes para dar a los monjes, pensé que nos encontraríamos algo peor a lo que vimos. Tal vez por que era la estación del monzón, había pocos turistas (aunque es cierto que vimos algún que otro persiguiendo a los monjes con la cámara) y nos pareció muy bonito ver desfilar a todos los monjes descalzos y en silencio recoger toda la comida. Eso si, aunque fui respetuosa con toda la ceremonia, una cosa que no acabo de entender del budismo es que la mujer no pueda tocar a los monjes y deba estar por debajo de ellos (los hombres hacen la entrega de pie y las mujeres sentadas).
Después de la entrega de comida a los monjes fuimos en moto a Tad Sae Falls. No son tan espectaculares como Kuang Si falls pero si resultan más divertidas por las actividades que se pueden hacer (canopy y baño en las cascadas montado en elefante) y por que llegar hasta allí es una aventura en sí. Llegamos en moto desde Luang Prabang (unos 15 km) y tuvimos que aparcar a la entrada de una aldea y caminar un ratito hasta el embarcadero donde un barquero en un recorrido de unos 10 minutos nos llevó rio abajo hasta Tad Sae. Allí pasamos la mañana haciendo trekking y tirándonos en tirolinas.
Nuestro cuarto día volvimos a alquilar la moto con destino a Tam Ting Cave (25 km), que también se puede hacer desde la ciudad por el rio Mekong.
Nos costó encontrar la ruta y en un principio acabamos cerca del bamboo bridge, al que no hubo manera de llegar por encontrarse todo lleno de fango. Una vez conseguimos encontrar el camino, muy cerca de llegar a las cuevas y con vistas preciosas al rio Mekong y montañas enormes comenzó a diluviar a lo bestia (llevábamos todo el camino con el cielo despejado), nos pusimos nuestro poncho-chubasquero para 2 personas y seguimos ruta hasta que el último tramo, una pista que en pocos minutos se llenó de barro y se hizo difícil circular con la moto. Dimos media vuelta y nos quedamos con lo bonito que fue el paseo.
Nuestro último día en Luang Prabang lo dejamos para visitar los templos de la ciudad. El primero que visitamos fue uno de los más famosos del país; Wat Xiengthong. En el segundo templo nos animamos a hablar con uno de los monjes que nos fue contando acerca de su vida de estudiante según se iban acercando más novicios a participar en la conversación. En el templo vivían 17 estudiantes a monjes y un monje. Nuestra última visita fue al colegio donde acuden los monjes y allí pasamos un buen rato conversando con ellos. Aprendimos un montón. Si queréis saber más, podéis consultar la entrada un día en la vida del estudiante budista.
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Al final llegamos a la conclusión que buena parte de la ciudad de Luang Prabang parece un poco un decorado (con gusto, eso sí), para turistas y que lo que más nos gustó fue toda la vegetación que lo rodea y los paseos en moto. También he de decir que disfrutamos mucho de las cervecitas de relax al atardecer y de nuestra mañana de conversaciones con los estudiantes budistas.
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2 Comments
@rutenca - nos vamos
Laos me resulto una joya en medio de la brutal (y maravillosa) naturaleza laosiana. Disfrutamos muchísimo unos días de descanso allí: paseándola, andando en bici, viendo jugar a la petanca, tomando bocadillos y batidos de fruta fresca y bizcochos y cupcakes…
VALERIA
Si, es increible la cantidad de vegetación que hay en Laos y Luang Prabang es un sitio perfecto para relajarse. Gracias por el comentario. Saludos